El crecimiento económico de un país depende, en buena medida, de la salud de su sistema financiero y ésta, a su vez, y con intensidad notable, de la eficiencia y eficacia de la supervisión microprudencial bancaria.

La asunción del mito del supervisor siempre eficaz y eficiente, no menos pernicioso que el de la fe ciega en el funcionamiento de los mercados,  debe ser cuestionado en vista de los acontecimientos que han desembocado en la gran crisis financiera actual.  Son varias las razones por las que esta supervisión puede funcionar de un modo poco satisfactorio: su captura por intereses particulares (de los políticos, de las entidades supervisadas o del mismo supervisor) pueden disociarla del interés general; la escasez o la pobre calidad de los recursos disponibles, los mandatos confusos, incompletos o ambiguos y las arquitecturas institucionales inadecuadas pueden afectar seriamente a su desempeño.

El establecimiento de estos factores de riesgo permite la determinación de los instrumentos de cobertura a disposición de la sociedad para incrementar la probabilidad de que la actuación del supervisor logre alcanzar eficientemente los objetivos sociales: una asignación suficiente de recursos, la elección de una estructura institucional adecuada, la utilización sistemática del llamado “análisis de impacto” y, muy especialmente, la aplicación de los principios que constituyen los cuatro pilares del buen gobierno del supervisor (independencia, transparencia, rendición de cuentas e integridad). 

El objetivo de esta disertación no se remite a identificar estas estrategias de cobertura, sino también a establecer la necesidad de adoptar una actitud profesionalizada, proactiva y de gestión de riesgo social mediante la combinación de estas estrategias individuales en una “cartera” de coberturas que, en conjunto, ofrezca la mas robusta protección del interés general.

La idea de la “cartera” de estrategias surge del hecho de que, consideradas por separado, la eficacia de cada una de las estrategias no es siempre completa, e incluso puede resultar contraproducente, debido a la naturaleza multidimensional de los riesgos de la regulación. Por el contrario, al combinar las distintas estrategias se obtiene un resultado superior al reforzarse éstas mutuamente en la consecución del objetivo del bienestar social. No sólo eso, sino que la fuerte influencia del entorno socioeconómico en la efectividad de estas estrategias sugiere una naturaleza dinámica al problema de la cobertura social, de forma que esta cartera deba ser reajustada periódicamente.
Finalmente, este enfoque ha de ser en todo momento racional y por tanto no debe confundirse con el simple incremento en la actividad supervisora (o en su control), ya que su realización comporta costos, por lo que la búsqueda de niveles más elevados solo es recomendable en la medida en que se juzgue que sus efectos sobre la estabilidad financiera los compensan.