La crisis del petróleo es una serpiente de la que destacan tres cabezas: en primer lugar el aspecto estrictamente petrolífero desencadenado por los países árabes como consecuencia de la guerra del Yon Kippur: el aspecto alimentario, con raíces ajenas y anteriores a la crisis y finalmente el aspecto monetario, que asentaba ya sus bases en la obsolescencia del sistema nacido en Bretton Woods. Los problemas que afectan a la humanidad son mundiales por su magnitud y sólo movilizando el conjunto los recursos del mundo podremos mejorar nuestro destino común. La conclusión es incontestable: el sistema fue, es y será un esquema mental fruto de la cooperación y de la negociación internacional, no sólo por sentimientos altruistas sino, además por necesidad. El mundo debe imaginar nuevos enfoques.