El desarrollo económico, tópico de nuestros tiempos, no es un proceso accidental sino un fenómeno prioritario del actual acontecer humano caracterizado por la dinámica estructural. España debe acelerar el desarrollo económico que ya ha iniciado con el objetivo de integrarse plenamente a una Europa a la que le corresponde la misión de orientar al mundo hambriento hacía los cauces de la superación, etapa indispensable para conseguir el equilibrio mundial y forjar el patrimonio moral de los valores en un mundo indeciso. La teoría del crecimiento se ha extendido progresivamente hacía una teoría general de la transformación de las estructuras, lo cual nos lleva a la conclusión de que el desarrollo es la combinación de los cambios mentales de una población que la capacitan para hacer crecer, acumulativa y duraderamente, su producto real global.