Se centró en el estudio de las relaciones del sistema fiscal, en su doble vertiente de ingresos –tributos y modalidades de endeudamiento público- y de gastos y el conjunto de los instrumentos, instituciones y mercados que constituyen el sistema financiero. En síntesis, la conclusión a que llega el estudio es la de que el sistema financiero es muy sensible a las actuaciones que se desarrollan en el ámbito del sistema fiscal y la parte más débil de los dos en una hipotética confrontación entre ambos, que resulta perfectamente evitable. Partiendo de esta idea, postula que el sistema fiscal debe cuidar de no provocar distorsiones innecesarias en el sistema financiero, sino que –por el contrario- ha de actuar como un factor de estímulo de las funciones de éste, en particular de la promoción del ahorro, y que ha de huir de planteamientos doctrinarios, que provoquen efectos negativos en los mercados financieros –como son los que originan efectos de cierre- “locking out”-, por tanto, sin consecuencias recaudatorias.